Bianca Pérez Salamanca

14 años

El hospital “Niño Jesús” y yo nos conocimos hace poco más de un año. Nos conocimos porque me diagnosticaron una enfermedad llamada Leucemia. Yo soy Bianca, y tengo 14 años.

Dicen que la primera impresión es la que cuenta, pero en mi caso esto no fue verdad. Cuando conocí el hospital sentía miedo, no sabía por qué estaba allí, pero claro, esos sólo fueron los primeros días.

Yo me encontraba mal, y sabía que estaba enferma, pero no sabía por qué ni cuál era mi enfermedad. Las dudas se fueron despejando poco a poco después de varias pruebas. Recuerdo el día en el que mi médico me explicó qué enfermedad tenía y cuál era su tratamiento. El miedo que sentí al principio mi médico me lo quitó.

Me explicó que necesitaba un tratamiento y que con este tratamiento se me iba a caer el pelo, y que tiempo después iba a estar aislada. Lo primero no me preocupó porque él me aseguró que volvería a crecer, y estar allí aislada en la habitación en realidad no sabía muy bien de lo que se trataba pero aun así tampoco me lo tomé mal. Al principio me sentía un poco perdida, pero con el tiempo te vas acostumbrando a todo y se convierte en una rutina.

La quimioterapia resultó ser un aliado bastante desagradable. Me mareaba y me revolvía el estómago. No me apetecía comer y algunos alimentos los aborrecía. Estaba tan débil y machacada físicamente que sentía la necesidad de estar sola porque todo me molestaba, así que me enfadé con el mundo.

Poco después se me bajaron las defensas y me aislaron y supe lo que era estar en una habitación privada de libertad. Lo peor que llevaba era la comida que venía embasada en plástico. Cuando estás aislado lo mejor que puedes hacer es armarte de paciencia porque hasta que no suban tus defensas no puedes salir al exterior. Es un buen momento para escuchar mucha música y pensar en tus cosas.

Este ingreso es largo y pesado pero los siguientes ciclos de quimioterapia ya los podía hacer en el “hospital de día” y volver a casa en el mismo día, solo tenía que ingresar cuando me bajaban las defensas u otras complicaciones. Así que todo este proceso se repite: quimioterapia seguido de bajada de defensas, hasta terminar con todos los ciclos.

Es una enfermedad larga y parece interminable pero poco a poco vas saliendo de ella.  Si hay algo positivo diría que te hace ver la vida de otra manera. Se valoran más los buenos momentos y sientes indiferencia por los malos.

Todo el personal del hospital hace que todo esto se haga más ameno y recibes mucha ayuda y cariño de ellos. Conoces a mucha gente que comparte tu misma experiencia y haces grandes amigos. Aprendes a diferenciar entre los amigos y los conocidos.

Si al principio sentía miedo hacia el hospital ahora siento aprecio y cariño por lo que me ha ayudado.

 

Carta a la enfermedad

Has estado acompañándome ya casi tres años y reconozco que a veces te he tenido miedo, me has cambiado la vida por completo pero, aunque parezca imposible, mucho más para bien que para mal. Ahora que ya he descubierto el maravilloso mundo que hay detrás de ti y me has dejado todo lo bueno que tienes, ahora ya te puedes ir y no volver, que yo ya he luchado mucho para vencerte y ahora me toca ayudar a los que todavía no te han vencido. Con el ataque mas fuerte: la sonrisa.

17 años:

Hace mucho tiempo, cuando escribí mi primer artículo para esta página, se me pasaron muchísimas cosas que todavía no había aprendido bien, y no tuve otra mejor manera de aprenderlas que recayendo, sí el cáncer volvió a mi, pero esta vez, en vez de en la médula, me lo encontraron en el sistema nervioso central.

Recuerdo perfectamente como fue, era un día de revisión normal, un día de estos que no te esperas una noticia de tal calibre, recuerdo las palabras de la doctora:”Bianca…creemos que ha habido una posible recaída, hemos encontrado células cancerígenas en tu sistema nervioso central”. Cuando escuché esas palabras, no pude hacer otra cosa que llorar, porque hablando vulgarmente, me habían metido una hostia de las grandes.

Pero en ese momento creo que lo que más me dolió fue ver a mi madre llorar, se me encogió el corazón y sentí que todo se derrumbaba, pero en realidad luego estuve pensándolo mejor y decidí que en esta segunda vez iba a ser el doble de fuerte y me iba a intentar reír de todo porque la primera vez me encerré un poco en mi misma y no pude ver que detrás del cáncer se esconde un mundo por descubrir, que aunque digáis que estoy gilipollas, es maravilloso.


Cuando volví a entrar en la sala de ingreso cogí mucha fuerza y sonreí, me reía de la quimio, me reía de mi pelo, que poco a poco otra vez iba desapareciendo, me reía con las enfermeras, me reía de la situación, y aunque parezca un poco tétrico me reía (y me sigo riendo)del cáncer.

Porque gracias a él he conocido a gente que no cambiaría por nada del mundo y he aprendido a valorar mucho las cosas, y a ser muy optimista porque ahora sé lo que de verdad importa, he conocido a muchísima gente que me ha marcado y que ha perdido la batalla contra el cáncer, pero también he aprendido a recordarlas con una sonrisa, porque ellos nunca murieron por dentro, y os voy a decir una cosa que una vez me dijo una persona muy especial: tú no vives porque te lo diga una maquina que te mide las pulsaciones, tu vives porque estás vivo por dentro, así que nunca muráis por dentro, seguid vivos y activos, sonriendo y con mucha fuerza.

Bianca