Mireia Cabañes Clemente
Continuar con la normalidad.
Este es mi título, elegido a conciencia porque así fue. No dejé algo y lo volví a recuperar. No tuve que volver a la normalidad, creé una normalidad diferente.
Una de las cosas que más viva me mantenían era seguir al máximo con mi rutina, ir al colegio aunque tuviera que salir a las dos horas porque el dolor me podía.
Me mantuvo siempre viva también la ilusión, estaban las fallas de por medio, me vestí como si fuera a ir al a ofrenda, aun sabiendo que de casa no saldría. Pero si los años anteriores lo había hecho, ¿por qué este tenía que ser diferente?.
Eso sí, siempre haciéndote fuerte. Ya no fuerte de músculo sino emocionalmente hablando. Sacar una sonrisa cuando en realidad por dentro lloras, quizás porque te duela o porque el niño de allí detrás te ha mirado mal. O ya no mal, sino diferente porque a ti te falta pelo. Y cada vez con más fuerza, se iban perdiendo los miedos.
Mi gran cambio fue tener que aprender a andar. Me hicieron una rotación de Van Ness por un sarcoma de Edwin en el fémur izquierdo. El proceso de recuperación fue bastante difícil pero nada que con entusiasmo y ganas no se consiga. Comenzaron las heridas pero siempre tenía ahí mil manos para ayudarme. Mi familia, mis amigos, la gente que de algún modo me quería me enseñó que con ayuda todo se consigue. En el colegio, el juego más divertido era disfrazar a mi silla de ruedas de toro y jugar a pillar. Nos juntábamos todos y jugábamos a eso. Y quieras o no, se agradece y te hace tener más confianza en ti mismo y verte menos “diferente”.
Confiar en ti, ver que sola puedes, que te enseñen a ver que si tú no quieres, no tienes límites. Algo así como intentar que tu vida continúe de algún modo con lo que para ti, era normal
Mireia