Nuria Fernández Cid

Hola a todos. Me llamo Nuria Fernández-cid y voy a escribir una redacción sobre una experiencia que ha marcado mi vida.

Hace dos años aproximadamente cuando yo tenía 18 me empezaron a salir unos bultos en el cuello, yo no me alarmé en ningún momento ya que físicamente no me sentía mal y con esa edad no te imaginas que puedas tener nada grave. Pero gracias a Dios, están las madres que siempre se preocupan por todo, y fue gracias a mi madre que fuimos al médico a ver qué pasaba.

El primer médico al que fuimos a ver, nos mandó hacer varias pruebas. Cuando acudimos a la primera de ellas, nos encontramos con un médico especializada en oncología infantil, que nada más ver mis bultos quiso que me hicieran todas las pruebas ese mismo día, ya que aquello no pintaba bien. A los tres días, nos citaron a mis padres y a mi para decirnos los resultados. Yo estaba tan tranquila y convencida de que no sería nada grave, que ni siquiera habiéndonos dicho que fuéramos los tres, pensé que de algo serio se trataba. Al llegar al hospital, había dos médicos que se encargarían de explicarnos lo que estaba sucediendo. Yo, no me di cuenta de que se trataba de cáncer hasta que mencionaron los efectos secundarios de mis medicinas, resaltando "la caída de pelo", inocentemente pregunté, que porqué se me iba a caer el pelo si eso era de cáncer, a lo que ellos contestaron, que porque yo tenía un tipo de cáncer (del sistema linfático).

Lo primero que se me vino a la cabeza fue mi pelo, pensé también en mis estudios ya que estaba en el último año del colegio e iba a presentarme a selectividad en unos meses, en mi viaje a Mallorca después de exámenes y en las mil tonterías superficiales que nos importan con estas edades. Fueron unos minutos angustiosos en los que fui egoísta y sólo pensé en mi, pero al ver las caras de mis padres, se me quitaron todas esas tonterías de la cabeza, empecé a ver la gravedad del asunto y a darme cuenta de que tenía que afrontar todo eso con una madurez que no tenía y con la actitud más positiva posible ya que eso iba a influir en todo lo que pasase a partir de ese momento.

Pensé que yo lo tenía más fácil que mis padres ya que, en mi opinión, se sufre más viendo sufrir a una persona que quieres que a ti mismo. Y eso fue lo que me dio fuerzas para enfrentar todo eso con la mayor fuerza y alegría posible. Si ellos me veían bien y con ganas de luchar iban a estar mucho mejor y el ambiente en mi casa iba a ser más cómodo y llevadero, y eso era algo básico para mi.

Siempre dicen que la clave para afrontar estas cosas es intentar llevar una vida lo más normal posible sin cambiar tus rutinas. Pero el médico que iba a llevar mi caso, me dijo nada más conocerme que tendría que evitar salir a la calle, dejar de ir al colegio y repetir curso ya que con la quimioterapia me quedaría sin defensas, podría enfermar y empeorar todo mi tratamiento. Pero yo me había tomado muy en serio lo de llevar mi vida lo más normal posible, y no quise bajo ningún concepto repetir de curso. Sabía que mi salud era lo más importante por lo que dejé de ir a clases, pero no por ello dejé de estudiar.

Tras varias operaciones, empezaron a darme quimioterapia, y por lo tanto empecé a estar mucho más débil, se me empezó a caer el pelo, piel seca, cara pálida, cada semana perdía más peso y más músculos, e increíblemente conforme yo iba empeorando físicamente me iba haciendo más fuerte ya que pensaba que el final estaría más cerca.

Le intentaba dar un sentido a todos mis sufrimientos, cada quimioterapia la ofrecía por alguna persona que yo viese que estaba necesitada de ayuda, y todos los esfuerzos que hacía por estudiar cuando me encontraba mal, por sonreir cuando me dolía algo, por intentar ir a cada quimioterapia con más ganas que la anterior, por ser agradable con los demás cuando en realidad me apetecía gritar y estar sola, todos ellos me servían para estar bien conmigo misma, para darme cuenta de que claro que podía con todo eso, pero sobre todo me hacían estar en paz y tranquila.

Creo que nada me ayudó más que la paz interior que yo sentí en esos meses, supongo que en esta vida no hay nada como hacer las cosas que debes hacer, ponerte pequeñas metas e ir superándolas cada día, intentar agradar a los demás y sacar siempre una sonrisa de ellos, y creo que es así como se consigue estar en paz contigo mismo y con los demás. Algo que yo conseguí solo durante unos meses y que hizo que pudiese llevar aquel horror de la mejor manera posible.

Durante ese año, conseguí sacarme el bachillerato, la selectividad y el carnet de conducir, y me di cuenta que lo verdaderamente importante para poder hacer las cosas es la actitud que tengas frente a ellas, las fuerzas y las ganas, y que si que es cierto que si se está mal y débil físicamente hay limitaciones a la hora de hacer cosas, pero que si se tiene la cabeza fuerte y positiva se puede conseguir mucho más de lo que uno puede llegar a imaginar.

Pero a pesar de que consiguiese hacer muchas cosas, había otras muchas que no era cuestión de actitud y fuerzas, sino que no las podía hacer y punto, y era en esos momentos en donde me daba cuenta lo injustos que somos cuando tenemos salud y no la valoramos, ya que pensamos que es lo normal estar bien y sanos.

En los momentos de bajón, mi truco era separar, en la medida en la que podía, mente y cuerpo. No podía dejar que mi malestar y mi debilidad influyesen en mi estado de ánimo. Por supuesto que tenía momentos de bajón, que también me venían bien, pero eran muchos menos los momentos malos que los buenos.

En un principio me dijeron que sólo me darían quimioterapia, pero al acabar con todas las sesiones y hacerme una prueba, vieron que seguía habiendo restos por lo que tuvieron que darme radioterapia. Meses más tarde me volvieron a repetir la prueba y ya parecía que todo estaba limpio. Desde entonces me siguen haciendo revisiones periódicamente.

De esta experiencia he aprendido mucho, a valorar mi salud, a valorar a todas las personas que tengo a mi alrededor que quiero y me quieren, pero sobre todo me he dado cuenta de lo mucho que se crece, se aprende y se madura con el sufrimiento.

Y por supuesto quería resaltar que sin todo el cariño y el amor de mi familia y amigos (especialmente el de mi madre), todo esto habría sido mucho mucho más difícil.

 

 

Nuria