Etapas de la RT
Para disminuir el tamaño del volumen a tratar y administrar las sesiones todos los días sobre la misma zona, se construyen dispositivos que permitan inmovilizarte temporalmente. En el caso de las lesiones en la cabeza y cuello, tórax, etc., se emplean máscaras termoplásticas. Son unas mallas de plástico, que se deforman con el calor, y se adaptan a tu cara y cuello (están calientes, pero no queman). Después, en cada sesión, se fijan a la mesa de tratamiento para impedir que puedas hacer movimientos involuntarios que podrían suponer no tratar la enfermedad y sí lesionar otros órganos que estaban protegidos o excluidos de la zona de tratamiento.
En otras zonas del cuerpo, abdomen, extremidades, etc., se construyen lechos individualizados con material aislante o escayola con la misma finalidad.
Para poder dirigir la radiación, tenemos que saber dónde está la enfermedad y los órganos y estructuras que puede encontrar a su paso, por lo que necesitamos hacer una TAC de la zona. Salvo que la enfermedad esté en el entorno del área genital, estas zonas se protegen de la radiación dispersa con un mandil de plomo. A veces, para poder identificar mejor las estructuras empleamos contrastes, oral e intravenoso.
Las imágenes de la TAC se trasladan a un ordenador donde se “pintan” las estructuras, órganos críticos, enfermedad, etc., es decir, se identifican todas estas áreas para comprobar cuánta dosis van a recibir en relación a la disposición que elijamos de los haces de irradiación. Este cálculo se realiza por los especialistas en Radiofísica Hospitalaria.
Tras la colocación de los sistemas de inmovilización, todo el cálculo realizado en el ordenador se verifica que es correcto, mediante su correlación con las imágenes que se realiza con el acelerador lineal. Se corrigen las pequeñas variaciones que hubiera y se inicia el tratamiento. Cada cierto número de sesiones se verifica la exactitud de los cálculos.