Francisco Javier Murillo García
Como en todas las ocasiones “llegué” al cáncer por casualidad, a los 23 años, esto fue a través de una simple operación de cirugía estética para quitar un bulto en el hombro ocasionado por una enfermedad de nacimiento.
Cierto es que cuando se produce un diagnóstico de cáncer, provoca un gran cambio en tu vida diaria… Pasas innumerables horas en el Hospital de Día, consultas con diversos especialistas, salas de espera, etc.
Sin embargo, desde el primer momento decidí que era importante llevar una vida “normal”, siempre y cuando los tratamientos lo permitiesen. En mi caso el diagnóstico llego a mediados de mayo del 2010, a pocos días de empezar los exámenes de la facultad, lo cual a pesar de realizarlos no disponía de tiempo ni ganas suficientes para realizarlos.
Una vez hechas todas las pruebas previas a los tratamientos, a principios de julio comencé el primer tratamiento protocolario, que en mi caso supuso sesiones diarias de radioterapia durante varias semanas. Al ser periodo de vacaciones, este proceso no supuso demasiados trastornos en la rutina diaria, tan solo era necesario acudir unos minutos diarios al centro hospitalario, que nunca solía superar más de una hora. Además los efectos secundarios eran bastante fáciles de tratar, por lo que pude hacer una vida prácticamente normal. Ya entrados en septiembre comenzó la segunda etapa del tratamiento, en este caso quimioterapia, la cual requería pasar alrededor de 10 horas en el hospital al día durante una semana entera (L-V). En este momento ya había comenzado de nuevo las clases diarias en la universidad, y en este caso, debido a los ciclos de tratamiento sí que “trastorno” mi quehacer diario, ya que tenía una semana de tratamiento y dos de descanso, durante estas dos semanas si los efectos secundarios lo permitían, sí que iba a la universidad y hacia mi vida normal (salir fines de semana, gimnasio, nadar,…).
Posiblemente, debido a la actitud y predisposición propia por tratar de llevar una rutina lo más normal, la vuelta a la rutina diaria fue más o menos sencilla.
Sin embargo el cáncer en este caso, me ha enseñado y proporcionado ciertas herramientas para desarrollar mis habilidades personales hacia mí y para con los demás. Un claro ejemplo de ello es quizás que cada día me considero una persona más empática, soy capaz de comprender y entender más y mejor las emociones/sentimientos/preocupaciones de los demás, permitiéndome esto, ser más asertivo manteniendo mis propias convicciones y creencias, tratando de exponerlas sin “agredir” a los demás. Esto ha influido seriamente también a la hora de las relaciones con otras personas (chicos y chicas), pudiendo hablar abiertamente de ciertos temas que antes era más reacio a hacerlo, quizás por considerarlos íntimos o que no iban a ser de la importancia de los demás, pero que finalmente, era un sentimiento, motivación o problema (por ejemplo) en común.
No obstante, también te crea ciertas “preocupaciones” por ciertos miedos a las recaídas (aunque depende de los casos y tipos). En mi caso, al tener una enfermedad genética de trasfondo, (la cual provoca el crecimiento de tumoraciones normalmente benignas en el cuerpo) me obliga a llevar controles rutinarios de formas periódica, y ante la mínima duda, comienzan más pruebas de diagnóstico para descartas otras alteraciones más graves.
Francisco Javier